Cuando la tarde languidece segundo a segundo ,
minuto a minuto, lenta y progresivamente,
como sucumbiendo ante la vorágine púrpura y oro
que el cielo va desprendiendo en crepusculares llamaradas
que de manera voraz y silenciosa, irán consumiendo las sombras
en un marco espectacular, único y vehemente...
Es ese momento sublime y crucial
en el cual se cruzan luz y penumbra
en un mágico y ancestral ritual
formando ya parte del ayer el rey sol,
entregándole su reinado a la Luna.
Reina indiscutible de la noche
precursora de sueños, quimeras y deseos,
fiel aliada de corazones románticos y bohemios,
de brujas, duendes y de morfeo.
Celestina y cómplice soberana
encubridora de aventuras y encuentros furtivos
de ansiosos amantes que funden sus cuerpos desnudos
en una exaltación de lujuria y deseos contenidos.
Noche de pasión, de arrebatos, de besos
caricias y carnal entrega,
de juegos preliminares, sin normas ni prejuicios
en el lecho de una alcoba elegida en cita secreta
con instintos alevosos, concupiscentes y prohibidos,
de gozar como posesos copulando
entre húmedas y gastadas sábanas de seda...