AMAR con mayúsculas

           Cuando mencionamos la palabra "AMAR", indudablemente estamos hablando de pálabras mayores, siempre y cuando que no mezclemos o transgiversemos el concepto de la misma y sobre todo su significado y lo que representa en el ámbito humano y personal.

           Podríamos amar de manera que prevalezca el deseo carnal, lo platónico, y otra clase de intereses que, de alguna manera nos desviemos del concepto original.
           El amor es comprensivo, el amor es servicial carece de envidia, el amor no presume ni es engreído, no es grosero ni egoísta, no se ofusca, no lleva cuentas del mal, no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad.

           AMAR nos enfrenta a nuestra parte más frágil y por esto el amor nos inicia.
         
          AMAR nos obliga de algún modo, a renacer, a volver a ser niños, con una inocencia, ternura y una fragilidad del ser de las que posiblemente habíamos huído durante toda nuestra vida.

          AMAR se podría decir que nos acerca a la sensación de morir, y ésta fragilidad nos beneficia, nos guía hacia los impulsos más nobles y profundos de nuestro ser, nos abre la coraza que cubre nuestro corazón, impregnando nuestra alma de bondad, ternura, tolerancia, generosidad, respeto y libertad.

          AMAR nos acerca a un  estado de seguridad profunda, ahuyentando nuestras dudas, nuestros miedos, aquello que nos aleje de ser auténticos, de ese impulso puro, espontáneo, inocente y confiado de un niño.


                   A veces nos cuesta decir "te quiero", o manifestar nuestro amor ante determinados seres, es como un "miedo" a que muera aquello que conocemos de nosotros mismos, pues AMAR nos inicia a otra cosa.
         
                  ¿ Por qué esperamos a que nos surjan acontecimientos graves para despertarnos el amor verdadero, ese amor que abre las puertas de la muerte de la personalidad defensiva y nos dá acceso al paraíso de lo mejor de uno mismo?