Un rocío transparente y frio me va calando,
que empapa mi piel y mi rostro,
llegando a penetrar hasta mis huesos,
y un tímido sol hará que se evapore
provocando la huida de las sombras,
que en mi silencioso vagar me cubrieron.
Una bruma constante y opaca que,
con su acuarela viscosa se vá introduciendo
por desiertos parques, plazas y callejas,
tapizándolas con el color del invierno,
que se va mezclando con la escarcha mañanera,
cubriendo con un manto perlado la inmensa y
poblada alameda.
Ese vagar errante, sin norte,
por la adormecida quietud de la urbe,
efímera andadura por la pasarela del tiempo,
notando el inquietante velo de la indiferencia,
tratando de traer a mi atormentada mente,
el sonido de tu voz, de tu risa y el sabor de tus besos,
entre campanadas que cada hora rompen el silencio.
Se vá deslizando la luz con el amanecer,
despidiendo otra aciaga noche de nuevo,
tratando de escapar del laberinto de tinieblas,
que burlón y despiadado me retiene,
sometido a su juego macabro, creciendo aún más en
mi corazón tanta ansias y anhelos.
Mi corazón sediento ansía tenerla, pero ella es
agua que beber no puedo,
y yo la busco en las noches de frío silencioso,
por la piel del rocío y sus espejos,
detrás de cada día sin ella, una noche,
detrás de cada noche, un desvelo, y yo
muero por poder abrazarla,
por ver a la dueña de mi pensamiento.....